Siempre he pensado que un buen empresario tiene su empresa exactamente igual que la desea. Es lógico cuando ocupas un cargo con responsabilidad, tu obligación es cambiar el acontecimiento de los hechos, reforzar un determinado equipo, proteger una actividad débil al tiempo que se le exige más que al resto. Recuerdo con cariño cuando termine mis estudios que no tenía otro remedio más rápido para incorporarme al mercado laboral que quitarme el servicio militar por la vía rápida, es decir haciéndolo. Como brillante recién licenciado, con master, idiomas y despierto empecé a trabajar hasta mi incorporación a la inevitable mili (algún día os habaré de ella) en una empresa de un familiar. Tras algunas semanas de cautela y conocimiento de la situación decidí intentar realizar cambios que en buena manera eran conocidos, necesarios e incluso compartidos. Pronto empezaron a surgir los obstáculos materializados en una abundante mezcla de relaciones familiares. Esa peligrosa combinación de negocios y afecto. Era mucho más fácil cambiar de trabajo que de familia así que eso hice. El negocio continuo fenomenal, puede que gracias a mi ausencia.
Solamente han tenido que pasar doce años de nada para que aquellos cambios intencionales e inacabados vuelvan a hacerse evidentes y más necesarios que nunca como una especie de déja vú. ¡Que alegria! Lo mejor para la salud es tener ganas de curarse… y hacerle caso al medico.
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