Suelo contar en mis clases de la Universidad que el que más aprende en una clase es el profesor. Son lecciones las que recibo diariamente de mis alumnos de negociación en un cambio de clase y fijación de exámenes, de sentido común en una explicación que podía haber dado mejor o también de sociología sobre el estilo de vida de la juventud española, sus aspiraciones e inquietudes. Intento agradecerles sus lecciones “entreaprendiendo” (entretener + aprendiendo) y así tener la balanza transaccional equilibrada.
Ayer me responsabilizaba desde el otro lado del atlántico mi amigo IG posicionándome como uno de “sus maestros”. Con su buena onda habitual dudaba a la hora de darme su feedback sobre este blog. En mi rápido mail le agradecía el elogio pero le intentaba trasladar sinceramente una de mis máximas. A menudo se nos olvida la capacidad que tenemos de aprender de lo que nos rodea, cada día y en cada acción podemos contagiarnos positivamente de todo lo que no sabemos. Es sensacional pensar que no existen límites al conocimiento. En realidad depende solamente de nosotros ese desarrollo.
No estoy seguro pero creo que este blog tiene un poco de eso, de escribir para aprender, de reto personal, de saber hasta donde llegará esa rutina de encontrar 10 minutos para publicar algo 3 veces por semana… Es quizás esa voluntad de ponerte a jugar en posiciones en las que no estás cómodo lo que genera el desarrollo personal y profesional… en definitiva el conocimiento de uno mismo y de los demás.
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